Hagan Juego

Hace varios años que las casas de apuestas aterrizaron en nuestro país, encontrando en los clubes de fútbol a sus mejores aliados. El último en asociarse con una firma de apuestas es el Cádiz CF. Hasta entonces, sabíamos de esta actividad por el cine americano, generalmente en películas de gansters, como aquella en la que Newman y Redford desplumaban a un peligroso mafioso en su improvisado garito de apuestas.

Hoy, los garitos de apuestas se llaman salones de juego, y no los encuentras al fondo de callejones oscuros, sino que se exhiben con rótulos estridentes a la vuelta de cualquier esquina. Los cálculos de las apuestas no los hacen ya empleados provistos de lápiz y papel, sino algoritmos, tan presentes en nuestras vidas, capaces de hacer millones de cálculos en segundos obteniendo el mejor márgen para la banca.

Familias rotas, carreras profesionales segadas y vidas desbaratadas.

Nada que objetar a que una firma ofrezca servicios de ocio, por vacíos que estos servicios nos puedan parecer, ni a que obtenga beneficios por esta actividad, aunque esos beneficios superen márgenes que podríamos considerar razonables. Que cada cual emplea su tiempo y su dinero en lo que le hace feliz. Las dudas surgen cuando se repasan los informes sobre la adicción a este tipo de actividades. Lo que recogen estos informes son familias rotas, carreras profesionales segadas y vidas desbaratadas. Y claro que las mencionadas firmas dicen ser empresas socialmente responsables, y que monitorizan a sus clientes para garantizar un uso responsable. Pero algo debe estar fallando cuando la ludopatía sigue creciendo en nuestro país, con la tasa más alta de Europa en jóvenes de entre 14 y 21 años.

Y ya creíamos que la publicidad de este tipo de servicios se restringiría, como en su día se hizo con la del tabaco, pero parece que al gobierno le han temblado las piernas. Los lobbies de presión han hecho bien su trabajo, y, salvo que el borrador presentado en febrero se rectifique, las casas de apuestas podrán seguir alimentando a estas máquinas voraces en que se han convertido nuestros clubes, pugnando cada temporada por superar las cifras de sus fichajes. Con la única salvedad de las tallas infantiles, las camisetas de nuestros equipos favoritos podrán lucir el logotipo de cualquier firma de apuestas dispuesta a pagar por ello.

El ministro Garzón tiene tiempo para rectificar antes de presentar la ley en el parlamento. Veremos.