La precariedad del banquillo

Arturo Ripstein, que este año recibe el premio Retrospectiva del festival de Málaga, dice que "el mayor enemigo del cine es la prisa". Esto mismo podría afirmarse de cualquier discliplina, ya sea artística, científica o deportiva y, desde luego, es aplicable al fútbol.

Con Ronald Koeman serán tres los técnicos que se han sentado en el banquillo azulgrana este año, con un desalentador balance final de cero títulos de los tres que en un principio disputaba el club, que este verano va camino de protagonizar un culebrón a cuenta de la posible salida de su principal estrella, Lionel Messi. Destituir un entrenador en plena campaña es más un fracaso de la directiva que del equipo deportivo, y se comete uno de dos posibles errores. El primero: haber nombrado a alguien sin el talento o el talante para manejar la plantilla. El segundo: no tener fe en un proyecto que, como el de cualquier otra actividad humana, requiere tiempo para tomar su forma y dar sus frutos.

Álvaro Cervera es uno de los entrenadores que más tiempo lleva al frente de su equipo.

Es éste un recurso socorrido, empleado por presidentes titubeantes, que quieren mostrar a su afición que controlan la entidad, pero con el que se consigue justo el efecto contrario. Generalmente se recurre a él como cortafuegos, con la vana esperanza de crear un revulsivo que cambie la dinámica de una plantilla que, habitualmente, presenta desajustes más profundos. Todo para evitar que se evidencie que el origen de los malos resultados se debe a una planificación poco o nada acertada, y que la responsabilidad debe buscarse más en los despachos de la entidad que en el propio banquillo.

No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos de todo lo contrario. Álvaro Cervera es uno de los entrenadores que más tiempo lleva al frente de su equipo, sólo superado por Simeone y José Luis Mendilibar, al frente del Eibar. Llegó a Cádiz para tomar las riendas de un equipo desanimado y falto de ambición y, en un tiempo récord, consiguió el deseado ascenso. En los siguientes años en Segunda, y a pesar del colchón de confianza que le otorgó ese primer triunfo, no han faltado momentos en los que parecía razonable hacer un relevo en el banquillo. Si revisamos la hemeroteca encontraremos, perfectamente argumentadas, un buen ramillete de peticiones de destitución. Sin embargo, la actual directiva, con Manuel Vizcaíno al frente, supo tener paciencia con un proyecto que, solo a largo plazo, podía dar sus frutos.

El tándem Vizcaíno-Cervera, con sus respectivos equipos detrás, tendrá que demostrar este año que puede rendir en La Liga Santander, una de las más exigentes del mundo. El primer obstáculo que afrontan, junto a la dirección deportiva, es el de encajar una plantilla solvente dentro de un presupuesto que, en la mayoría de clubs con los que se enfrentará, pasaría por una partida de utillería. Llegarán momentos de duda, y tanto la afición como la prensa presionarán para que se tomen decisiones rápidas, que suelen estar poco meditadas y, las más de las veces, producen efectos imprevistos, generalmente negativos. De poco servirá entonces el manantial de confianza que éste técnico se ha ganado con mucho esfuerzo. Será entonces cuando el club necesite mirar atrás y no perder de vista que ha sido un proyecto a largo plazo, con los ajustes necesarios en momentos puntuales, lo que ha llevado al equipo al sexto ascenso de su historia.