Cifuentes, el hombre tranquilo

Alberto Cifuentes jugó la semana pasada, con cuarenta y un años de edad, su primer partido en Primera. Se convirtió así en el debutante más veterano de la historia de la competición. Ha recibido por ello la felicitación tuitera de San Iker. Según Wikipedia, el segundo en este ranking es Txema Añibarro, quien debutó con treinta y cinco, seis menos que el meta cadista.

Mucho antes de ese debut de ilusión, tal y como el propio meta lo describió, pasó su etapa más gris en el Plast Gliwide polaco. En su regreso a España, el albaceteño supo agarrar, y de qué forma, la última oportunidad que el fútbol le concedía. En Cádiz ha conseguido dos ascensos, un Trofeo Zamora y, lo más difícil, el respeto de una afición centenaria, tan exigente como fiel, que lo ha aupado a la categoría de leyenda viva del cadismo.

Es el triunfo de la perseverancia, sin duda, pero también de la inteligencia. La de un jugador capaz de surgir de las cenizas de un año en dique seco, y reactivar sus capacidades al servicio de un equipo de Segunda B primero, y luego, de Segunda. Y la inteligencia, también, de un técnico, Álvaro Cervera, que supo sacar lo mejor de su portero para hacerlo brillar, en los últimos años de su carrera, como no lo había hecho en su juventud.

Cuando dice, con esa honestidad aprendida con los años, que si este debut no ha llegado antes es porque ha debido hacer unas cuantas cosas mal, uno entiende que, más allá de su valía profesional, está ante un buen tipo. Un tipo como aquel hombre tranquilo de John Ford que necesitó de un mal trago para centrarse en lo importante y ofrecer la mejor versión de sí mismo.

Esperemos que el capitán del Cádiz siga ligado al club por muchos años. Bien defendiendo la portería, bien en cualquier otro sitio en el que pueda aportar su experiencia.