Donde dije digo, digo Diego

Este verano, parece ser muy similar a los años anteriores. El aficionado cadista ya no espera fichajes de jugadores destacados ni que, después de cuatro temporadas, demos ese salto de calidad que nos coloque en una posición cómoda en la tabla clasificatoria, lo cual es prácticamente una utopía.

Ampliamos nuestro capital y alardeamos de nuestras cuentas en un consejo de administración que sigue los dictados de Manolo y las palmas de Rafaé. Las cuentas son muy sencillas: si tenemos muchos ingresos y gastamos solo lo estrictamente necesario, tendremos dinero en la caja. En finanzas, dos más dos siguen siendo cuatro.

Aquellos que no pueden renovar este año seguirán estando al pie del cañón.

Recién ha comenzado la campaña de abonados y aunque hay de todo en la viña del señor, hay un gran número de abonados cadistas que, de manera ininterrumpida durante casi 10 años, han visto cómo el costo de su carnet para esta temporada se ha más que duplicado, y eso no es justo.

Se oye en segundo plano a los privilegiados de la Segunda B, quienes siempre serán bien tratados por el club, porque el club es de ellos. Pero no, Manuel, desde el cuadro grande, hay gente con familias o en situaciones en las que los gastos de luz, gasolina o hipotecas están por las nubes, y ahí llega mi Cádiz de mi alma a decirme que sí, que tú eres de la Segunda B, pero a mí eso me importa poco. De hecho, si te vas, mejor, así entra alguien nuevo que me pagará el doble, porque sí, porque el equipo gaditano es muy popular y aquí no pasa nada.

Mientras tanto, nuestro presidente tiene un sueldo de un millón de euros, y sus secuaces también reciben nóminas altas. Se golpeaban el pecho entre gambas y buenos vinos en las playas de Roche, donde, debido al calor, decían: "A aquel abonado que no falte a ningún partido, le haremos un descuento del 25%". Se olvidaron de mencionar que las ofertas no eran acumulables. ¿Qué vamos a hacer con aquellos que, merecidamente, han sido socios durante más de 40 años y no están dispuestos a soltar ni un euro? Eso es lo que hay, y mira que es fácil relajarse en los buenos restaurantes de Conil.

No hemos podido luchar por Lato, ni asegurado a Iza y al Pacha.

Es tan fácil de entender como si tu hijo o hija pagara 400 euros de colegio y el director, un gran profesional, te dijera: "Paco, no te preocupes, el próximo año tendrás un descuento del 25%, pero ahora, con la matrícula, te costará 1000 euros". ¿Qué harías entonces, Rafaé? ¿Cambiarías a tu hijo de colegio, verdad? ¿No te sentirías engañado? Ahí es más fácil, porque no se puede cambiar de hijo o hija, eso está dentro de uno y es para toda la vida.

Recuerda, presidente, que aquellos que no pueden renovar este año seguirán estando al pie del cañón si alguna vez los necesitas (esperemos que no), en una categoría inferior.

Me río de la inyección de capital y de no poder luchar por Lato, de no haber asegurado a Iza y al Pacha, y de estar loco por vender a Bongonda o Ledesma para que las cuentas sean aún más positivas, y ver si el frágil equilibrio en el que hemos caminado estos dos últimos años se rompe o si tal vez aguanta y nos brinda otro milagro.

Poco o nada nos gastaremos y estaremos a merced de lo que nadie desea. Preferirán, quién sabe por qué, ir a Granada, Las Palmas o Vitoria (tal vez por dinero), mientras el aficionado cadista vuelve a tragar.

Explica lo del 25% antes de que sea demasiado tarde, y cuida a aquellos a quienes llamabas privilegiados.

En vuestras manos está.